Ella salió de casa como todos los días. Llevaba su mochila al hombro e iba arreglando su cabello lacio, dócil, largo; parecía querer enrularlo con sus manos puras, ya que hacía gestos emulando atesorar el viento. Tenía puesto su uniforme gris compuesto de falda escocesa, camisa blanca y corbata roja, las medias tres cuartos le daban ese aire aniñado que tanto amaba; la vi alejarse por el camino pintado de hojas secas que simulaban una alfombra rugosa. Ella, al llegar a la esquina, volvió su vista y me saludó con un beso que pareció volar hasta mi corazón.
Pasaron las horas y yo inmersa en las obligaciones no tomé consciencia del tiempo, pero de repente, algo dentro de mí pareció quebrarse. Miré el reloj y supe que ella había atrasado su regreso, comencé por llamar al Colegio y respondieron que no se había presentado; hablé con sus compañeros; con sus amigos; con todo aquel que pudiera conocerla y nadie se cruzó con ella ese día, hasta que un vecino dijo que una camioneta negra con vidrios polarizados siguió los pasos de mi niña... fue entonces cuando comencé a vivir sin Ana y a morir, un poco, cada amanecer...
"Cada niña o niño que desaparece, nos deja un hueco en el alma
como humanos y como sociedad"
Comprometámosnos a ayudar a encontrarlos:
Comentarios
Es algo muy doloroso y difícil de asimilar para los padres, ojalá nunca sucedieran tales cosas, la incertidumbre hace imposible el vivir.
Un abrazo.