Ella desconocía su entorno; de repente la luz era un manto cubierto de sombras que la ahogaban. Su voz parecía un grito mudo, sordo, indescifrable.El letargo cataléptico debió durar un siglo; debió durar más de una luna y ser, de forma persistente, como un romance engañoso, difícil, fraudulento.
Sus ojos , de tanta oscuridad, parecían cristalinos; su piel, que antaño fue seda, ahora era rugosa, fea, descamada.
Ella no sabía bien qué pasaba, no podia asimilar su realidad, ya que nunca soñó con estar allí, así, como muerta; mientras, la vida, esa vida que ya no era suya, se burlaba de una forma tan extraña y bailaba un tango lastimero sobre sus entrañas.
Pensó que con sus manos podría hacer algo, tal vez ( especuló), si las usaba, lograría zafarse; las uñas luchadoras comenzaron a quebrarse, y esa caja, su casa, se volvió, cada vez, más abismal.
El ambiente enrarecido giraba al compás musical de sollozos que nombraban lo imposible:- !Ayuda!, !ayuda!-pero nadie respondía...
A lo lejos parecía que ya nada existía y su voz comenzó a tornarse en piedra.
La lucha por salir fue diaria, aunque ningún humano sabría éso; entonces prefirió entregarse al profundo sueño, a aquél del quien nadie despierta: pero ni siquiera esa suerte tuvo y fue entonces, cuando se dio cuenta, de forma definitiva, que estaba Casada.
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