La verdadera Poesía no se construye, se crea;
nace, no se hace;
ella habita el todo
y se desprende de la nada tornando omnipotente su escritura.
Quien la escribe se siente Dios, pero apenas es
un ápice de fuego indescifrable
que dice o no lo que ella desea o apetece.
Nadie puede controlar su esencia y nunca, pero nunca una palabra
o un verso logran, en verdad, reflejar
todos sus antojos.
No tiene dueño y quien se sienta su Señor apenas si puede llamarse
un gran follower.
Ella hace, deshace, dicta, dictamina, construye o destruye todo a su paso; y con ella
y su bendición la inmortalidad es el único camino.
La Poesía nace y crece en el alma de quien la lee;
y vive o muere en el corazón de quien está destinado a decir sus caprichos.
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