Y en un acto de locura
la niña frágil, azul, impávida,
atravesó el invierno
para descubrirse infeliz
sobre un tramo de cielo roto...
Amar fue el centro de la eterna perdición;
y ella, como una alondra que perdió su sombra,
no tuvo más remedio
que vivir lejos de su cuerpo,
allí donde la muerte
no encuentra salvación
ni el alma, redención.
Y así fue que lo más triste
fue morir sin lograr colorear
el mínimo epitafio.