La mariposa sabe que es mariposa
y que está destinada a vivir solo un día;
sin embargo, ese día despliega su fulgor infinito
legando al mundo su magna belleza,
sin pedir nada para sí, sin esperar más
que sentir la plenitud de sus magras horas,
mas no está triste con su realidad; al contrario
la celebra como un regalo divino
del que se sabe merecedora, pues nadie más
podrá jamás volar su vuelo ni descubrir
el paisaje que ella elija recorrer; y es consciente que cualquier paisaje
que la acaricie no volverá a ser el mismo tras su paso.
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