Hoy quisiera contarles sobre un Autor quien con su pulcra rima deja huellas indelebles en el lector; por su mensaje directo, su forma clara de expresar sentimientos despertando emociones y esa suave melodìa envolvente que parecieran cantar sus letras.
Gran compañero en Mundo Poesìa, destaca tambièn por su humildad y don de gentes.
Su verdadero nombre es Jorge Enrique Toro Salazar y se presenta como Jorge Toro. Naciò en Medellìn, Colombia, el 12 de Diciembre de 1957. Es Ingeniero Quìmico y comenzò a escribir con seriedad hace unos diez años. Prefiere la Poesìa Clàsica pero no se limita a ella. Le agrada escribir en un lenguaje que alcance a todos.
Gran compañero en Mundo Poesìa, destaca tambièn por su humildad y don de gentes.
Su verdadero nombre es Jorge Enrique Toro Salazar y se presenta como Jorge Toro. Naciò en Medellìn, Colombia, el 12 de Diciembre de 1957. Es Ingeniero Quìmico y comenzò a escribir con seriedad hace unos diez años. Prefiere la Poesìa Clàsica pero no se limita a ella. Le agrada escribir en un lenguaje que alcance a todos.
De su niñez guarda dulces recuerdos. Lo que màs lo marcò fue vivir con sus abuelos entre los cinco y seis años ( por la cercanìa al colegio donde estudiaba, nos aclara). Fue educado dentro de unos cànones de comportamiento ajenos a aquella y esta època. Considera que pretendìan conducirlo al sacerdocio. Escapò a ese designio pero cree que esa instancia marcò su pensamiento, aunque no en su convicciòn religiosa.
Confiesa que su gusto por la lectura comenzò desde temprana edad, pero siempre preferiò la novela.
Los estudios primero y el ejercicio de la Ingeniería después, lo alejaron mucho de la literatura. Leyò mucho pero en áreas técnicas.
Retirado ya de la Ingeniería comienza a escribir poesía... primero como hobby, después como una necesidad.
Su autor favorito es Gabriel García Marquez. En Poesía, le gusta mucho Miguel Hernandez. También Miguel Angel Buesa, Julio Florez, Amado Nervo.
De su amplio poemario podemos mencionar obras de tinte romàntico, generales y algunas con cierto aire Sociològico.
De su Obra destacamos: Aciaga Tarde, Al Paso del Tiempo, Mi Padre, Alas, Costumbres Perniciosas, Deuda con la Conciencia, Cicatrices, Amargo, De lo Caro y lo Costoso, El Encuentro y muchos otros que expone en Mundo Poesìa.
Los invito a deleitarse con la Obra de Jorge ( en la foto, a la Izquierda) un Gran Autor con el que contamos en estos tiempos y cuya poesìa sensitiva, visceral y reflexiva, merece ser leìda y Reconocida.
Confiesa que su gusto por la lectura comenzò desde temprana edad, pero siempre preferiò la novela.
Los estudios primero y el ejercicio de la Ingeniería después, lo alejaron mucho de la literatura. Leyò mucho pero en áreas técnicas.
Retirado ya de la Ingeniería comienza a escribir poesía... primero como hobby, después como una necesidad.
Su autor favorito es Gabriel García Marquez. En Poesía, le gusta mucho Miguel Hernandez. También Miguel Angel Buesa, Julio Florez, Amado Nervo.
De su amplio poemario podemos mencionar obras de tinte romàntico, generales y algunas con cierto aire Sociològico.
De su Obra destacamos: Aciaga Tarde, Al Paso del Tiempo, Mi Padre, Alas, Costumbres Perniciosas, Deuda con la Conciencia, Cicatrices, Amargo, De lo Caro y lo Costoso, El Encuentro y muchos otros que expone en Mundo Poesìa.
Los invito a deleitarse con la Obra de Jorge ( en la foto, a la Izquierda) un Gran Autor con el que contamos en estos tiempos y cuya poesìa sensitiva, visceral y reflexiva, merece ser leìda y Reconocida.
MI NIÑA
Un día llegó a mi vida en tiempo de primavera,
la hija tan esperada, que sería la primera.
Parecía desde entonces una muñeca rosada
y con tan cortita vida ya para mí era adorada.
Viéndola tan delicada, tan indefensa y pequeña,
en verdad si parecía traída por la cigüeña.
Calientita y protegida de repente se dormía
esa preciosa inocente, parte de la vida mía.
Era todo mil silencios si soñaba la princesa,
ni había mota de polvo en su inmaculada pieza.
Admirados nos sentábamos a protegerle los sueños
y esperar que despertara para mirarle risueños…
Corríamos al ritual de bañarle en la ponchera
y feliz pataleaba mi botón de primavera.
Con agua al tibio perfecto y un perfumado jabón,
al tiempo que le entonaba un remedo de canción.
Con la más blanca toalla le secábamos la piel
mientras ella sacudía su sonoro cascabel.
Luego, muy prontos al patio y diez minutos de sol,
con rigor cronometrados, sin descuidar el control.
La nena tomaba el sol y enseguida con presteza,
a engalanar la pequeña de los pies a la cabeza.
Polvos de grata fragancia, cremas en su suave piel
y un peinado en su cabello con cintillas color miel.
Después un lindo vestido, escarpines en los pies
y un besote de su madre de despedida a las diez.
Miraba por todos lados, hablando extraños enredos,
se recostaba en mi cuello, tomándome con sus dedos.
Se aferraba a mis cabellos sin saber abrir su mano,
yo intentaba liberarme mas era un esfuerzo vano.
Se soltaba y sus manitas se agitaban al azar,
con gestos incomprensibles que me hacían festejar.
De pronto empezaba un llanto por algo desconocido,
¿Sería que la apretaba o que no había comido?
La niña estaba llorando, algo debía tener,
pobrecilla mi pequeña, cómo poderle entender.
Convocábamos al médico, a la abuela, o a la tía,
de seguro si era serio y no alguna tontería.
De noche nos desvelábamos custodiando a nuestra nena,
y como no se dormía nos causaba amarga pena.
Yo le arrullaba cantando coplillas desentonadas,
caminando despacito para acallar mis pisadas.
Con el tiempo se habituó a dormir contra mi pecho,
encima de él acostada como si fuera su lecho.
Ella quedaba dormida y yo me quedaba quieto;
sería otra noche en vela, guardando nuestro secreto.
Al despertase la nena me abrazaba entre bostezos
y pronto me compensaba con unos ruidosos besos.
Reía con alborozo y babeaba mi cara;
dado que entonces jugábamos a que yo la levantara...
Cuando tomábamos fotos ella siempre estaba lista,
buscando su mejor pose y una mirada de artista.
Hacíamos bribonadas para hacerla sonreír,
y un presto accionar del flash ¡se quería escabullir!...
Pronto descubrió la nena el mundo de los cubiertos,
con cuchara en una mano de movimientos inciertos.
Entre reguero y pegotes aprendió a comer compotas,
luego gelatina, sopa; y …muchas vajillas rotas.
Comidas balanceadas preparadas con esmero,
la mitad para su boca, la mitad para el babero.
Cocinaba sus manjares y cambiaba sus pañales,
seguía sus espectáculos y mímicas teatrales.
Sabía su extraño idioma, sus gestos y sus sonrisas,
le montaba a caballito y aguantaba sus palizas.
Luego aprendió a gatear la casa de lado a lado
y yo me arrastré lo mismo buscando un chupo extraviado.
Guardaron las porcelanas, cerraron bien los armarios,
pero llegaba esa fiera manchada de pinta labios.
Perdida otra vez la nena, ¿En dónde andaría ahora?,
hallábamos a esa diabla desflorando la biflora.
Después empezó a probar unos pasos inseguros,
agarrada de mi mano o recostada a los muros;
con las piernas indecisas y los brazos extendidos,
un pie avanza, luego el otro, y nosotros sorprendidos.
Un traspiés, una caída y un hematoma en la frente,
porque intentando otro paso trastabilló de repente.
En vuelos a la canilla, agua fría y papa cruda
y a consultar al doctor para alejar cualquier duda…
Y su primera palabra, un día me dijo “pá”,
que felicidad tan grande, por fin decía ¡papá!
Los abuelos y vecinos lo supieron al momento;
yo henchido de vanidad no cabía de contento.
La nena de su papá era cual hada de cuento,
cuando quería jugar siempre cortaba mi aliento.
Le ponían ajuar nuevo y en el cabello moñitos,
muy pulcra y arregladita para ver los abuelitos.
Iba con mi niña al parque a contemplar las palomas,
a caminar entre flores y respirar sus aromas.
Al de mi mano soltarla, señalaba y perseguía
la paloma que espantada rápida se escabullía.
Decidida iba tras ella con pretensión de atraparla,
yo, cargando su muñeca, corría para alcanzarla.
Sonriendo la picarona me desplegaba sus brazos,
y al cargarla me premiaba con apretados abrazos…
Aquellos y más recuerdos conservo de aquel pasado,
tu mirada candorosa, tu rubio pelo trenzado.
Los bocados que comíamos, en tardes paradisiacas
el amarrar tus zapatos y acomodar tu balaca.
Los cuentos que te leía hasta dejarte dormida,
o cuando yo era el bebé y me dabas la comida.
Los días de mil preguntas y de incontables porqués,
de las historias fantásticas que apurado te inventé.
Tú con carita y vestido llenos de helado y ponqué,
en un tiempo que se fue quién sabe dónde y porqué.
De igual manera se fueron tus besos y tus abrazos,
tus secretos al oído y mucho de nuestros lazos.
Reviví todo eso ayer cuando entraste por mi puerta
y volvió de golpe a mí nuestra historia casi muerta.
Tantos años han pasado, eres hoy tan diferente,
te has convertido en mujer, versada e independiente.
Has asumido tu vida, has emprendido tu vuelo,
tienes ahora los pies bien plantados sobre el suelo.
Enfrentas tus propios retos con todos conocimientos,
ya no requieres mi mano cuidando tus movimientos.
Me doy cuenta que hoy estás labrando tu propio mundo
que tu vida va a la cima y la mía a lo profundo.
Sin embargo aún conservo de aquellos tiempos recuerdos,
aunque para remembranzas siempre he sido un tanto lerdo.
Entiendo que ya no somos aquel padre y su muñeca,
pero ayer al contemplarte sentí mi garganta seca.
Y cuando me diste un beso a la hora de tu partida
me dije ahí va la niña que antaño llenó mi vida…
Un día llegó a mi vida en tiempo de primavera,
la hija tan esperada, que sería la primera.
Parecía desde entonces una muñeca rosada
y con tan cortita vida ya para mí era adorada.
Viéndola tan delicada, tan indefensa y pequeña,
en verdad si parecía traída por la cigüeña.
Calientita y protegida de repente se dormía
esa preciosa inocente, parte de la vida mía.
Era todo mil silencios si soñaba la princesa,
ni había mota de polvo en su inmaculada pieza.
Admirados nos sentábamos a protegerle los sueños
y esperar que despertara para mirarle risueños…
Corríamos al ritual de bañarle en la ponchera
y feliz pataleaba mi botón de primavera.
Con agua al tibio perfecto y un perfumado jabón,
al tiempo que le entonaba un remedo de canción.
Con la más blanca toalla le secábamos la piel
mientras ella sacudía su sonoro cascabel.
Luego, muy prontos al patio y diez minutos de sol,
con rigor cronometrados, sin descuidar el control.
La nena tomaba el sol y enseguida con presteza,
a engalanar la pequeña de los pies a la cabeza.
Polvos de grata fragancia, cremas en su suave piel
y un peinado en su cabello con cintillas color miel.
Después un lindo vestido, escarpines en los pies
y un besote de su madre de despedida a las diez.
Miraba por todos lados, hablando extraños enredos,
se recostaba en mi cuello, tomándome con sus dedos.
Se aferraba a mis cabellos sin saber abrir su mano,
yo intentaba liberarme mas era un esfuerzo vano.
Se soltaba y sus manitas se agitaban al azar,
con gestos incomprensibles que me hacían festejar.
De pronto empezaba un llanto por algo desconocido,
¿Sería que la apretaba o que no había comido?
La niña estaba llorando, algo debía tener,
pobrecilla mi pequeña, cómo poderle entender.
Convocábamos al médico, a la abuela, o a la tía,
de seguro si era serio y no alguna tontería.
De noche nos desvelábamos custodiando a nuestra nena,
y como no se dormía nos causaba amarga pena.
Yo le arrullaba cantando coplillas desentonadas,
caminando despacito para acallar mis pisadas.
Con el tiempo se habituó a dormir contra mi pecho,
encima de él acostada como si fuera su lecho.
Ella quedaba dormida y yo me quedaba quieto;
sería otra noche en vela, guardando nuestro secreto.
Al despertase la nena me abrazaba entre bostezos
y pronto me compensaba con unos ruidosos besos.
Reía con alborozo y babeaba mi cara;
dado que entonces jugábamos a que yo la levantara...
Cuando tomábamos fotos ella siempre estaba lista,
buscando su mejor pose y una mirada de artista.
Hacíamos bribonadas para hacerla sonreír,
y un presto accionar del flash ¡se quería escabullir!...
Pronto descubrió la nena el mundo de los cubiertos,
con cuchara en una mano de movimientos inciertos.
Entre reguero y pegotes aprendió a comer compotas,
luego gelatina, sopa; y …muchas vajillas rotas.
Comidas balanceadas preparadas con esmero,
la mitad para su boca, la mitad para el babero.
Cocinaba sus manjares y cambiaba sus pañales,
seguía sus espectáculos y mímicas teatrales.
Sabía su extraño idioma, sus gestos y sus sonrisas,
le montaba a caballito y aguantaba sus palizas.
Luego aprendió a gatear la casa de lado a lado
y yo me arrastré lo mismo buscando un chupo extraviado.
Guardaron las porcelanas, cerraron bien los armarios,
pero llegaba esa fiera manchada de pinta labios.
Perdida otra vez la nena, ¿En dónde andaría ahora?,
hallábamos a esa diabla desflorando la biflora.
Después empezó a probar unos pasos inseguros,
agarrada de mi mano o recostada a los muros;
con las piernas indecisas y los brazos extendidos,
un pie avanza, luego el otro, y nosotros sorprendidos.
Un traspiés, una caída y un hematoma en la frente,
porque intentando otro paso trastabilló de repente.
En vuelos a la canilla, agua fría y papa cruda
y a consultar al doctor para alejar cualquier duda…
Y su primera palabra, un día me dijo “pá”,
que felicidad tan grande, por fin decía ¡papá!
Los abuelos y vecinos lo supieron al momento;
yo henchido de vanidad no cabía de contento.
La nena de su papá era cual hada de cuento,
cuando quería jugar siempre cortaba mi aliento.
Le ponían ajuar nuevo y en el cabello moñitos,
muy pulcra y arregladita para ver los abuelitos.
Iba con mi niña al parque a contemplar las palomas,
a caminar entre flores y respirar sus aromas.
Al de mi mano soltarla, señalaba y perseguía
la paloma que espantada rápida se escabullía.
Decidida iba tras ella con pretensión de atraparla,
yo, cargando su muñeca, corría para alcanzarla.
Sonriendo la picarona me desplegaba sus brazos,
y al cargarla me premiaba con apretados abrazos…
Aquellos y más recuerdos conservo de aquel pasado,
tu mirada candorosa, tu rubio pelo trenzado.
Los bocados que comíamos, en tardes paradisiacas
el amarrar tus zapatos y acomodar tu balaca.
Los cuentos que te leía hasta dejarte dormida,
o cuando yo era el bebé y me dabas la comida.
Los días de mil preguntas y de incontables porqués,
de las historias fantásticas que apurado te inventé.
Tú con carita y vestido llenos de helado y ponqué,
en un tiempo que se fue quién sabe dónde y porqué.
De igual manera se fueron tus besos y tus abrazos,
tus secretos al oído y mucho de nuestros lazos.
Reviví todo eso ayer cuando entraste por mi puerta
y volvió de golpe a mí nuestra historia casi muerta.
Tantos años han pasado, eres hoy tan diferente,
te has convertido en mujer, versada e independiente.
Has asumido tu vida, has emprendido tu vuelo,
tienes ahora los pies bien plantados sobre el suelo.
Enfrentas tus propios retos con todos conocimientos,
ya no requieres mi mano cuidando tus movimientos.
Me doy cuenta que hoy estás labrando tu propio mundo
que tu vida va a la cima y la mía a lo profundo.
Sin embargo aún conservo de aquellos tiempos recuerdos,
aunque para remembranzas siempre he sido un tanto lerdo.
Entiendo que ya no somos aquel padre y su muñeca,
pero ayer al contemplarte sentí mi garganta seca.
Y cuando me diste un beso a la hora de tu partida
me dije ahí va la niña que antaño llenó mi vida…
Autor: Jorge Toro
Comentarios
Muy bueno.
Un saludo desde Torrevieja un pueblo de costa y con una calor que te cagas aaaaaaaaa y con muchos paisanos tuyos viviendo por aca.
Felicidades al autor y a ti Mariela que nos traes cada domingo estas joyas invaluables.
Un abrazo
Una observaciòn acertada la tuya sobre la relaciòn con los hijos, aunque poco lìrica, es real y directa.
Sin embargo, me quedo con la dulzura del poema de Jorge y su visiòn... y claro, su amor hacia su hija.
Gracias por estar y por expresarte.
Saludos desde Mendoza
Ese es el logro del Autor, de Jorge, expresar lo que el lector vive, contàndolo a travès de su vivencias que tan bien identifica al amor hacia nuestros hijos.
Creo que esas son las mejores poesìas, las que se tornan atemporales, las que trascienden.
Te envìo un gran abrazo y muchas gracias por tu presencia, querida amiga.
Abrazos hasta dominicana
ELBA NERY GARCIA
Sè que Jorge es un Gran Poeta y bueno, es un privilegio contar con su presencia en el Blog y esta es mi modesta forma de reconocerlo.
Te envìo un fuerte abrazo y reitero mi agradecimiento.
Hasta Pronto Elba
Unicamente para reiterarte mis agradecimientos por presentarme en tu blog y hacerlos extensivos a tus amables lectores
Ojalà te lean muchas personas. Vos te lo merecès.
Te envìo un gran cariño hasta Colombia.