Ella parecía tenerlo todo: Una carrera destacada como vendedora inmobiliaria, un esposo amoroso, amigos, salud y, sobre todo, una hija que amaba con toda su alma.
Sin embargo, siempre tenía la mirada triste, como si algo o alguien estuvieran absorbiendo su aparente felicidad; ahora digo aparente porque en aquel entonces no me daba cuenta de lo que sucedía.
Fuimos compañeras de trabajo muchos años y entre nosotras se desarrolló una amistad que trascendió la oficina. Aún recuerdo el día en que me confesó el maltrato al que Damián, su marido, la sometía día a día. Ella me dijo que comenzó luego del casamiento y de allí no cesó; en principio eran descalificaciones sistemáticas en todo orden de su vida, pero luego, casi imperceptiblemente, la violencia moral se convirtió en física. Confieso que al principio no le creí, ya que yo tenía trato con su esposo y me parecía un ser encantador, pero ahora, con lo sucedido, sé que no me mentía.
La última semana dijo que iba a matarlo, que un día esperaría a que él durmiera y de una puñalada , le quitaría la vida. Llorando me dijo que ya no resistía más, que vivía en el núcleo del infierno, que temía por ella y por la niña; yo, estupefacta, simplemente la abracé y le di el teléfono de una psiquiatra amiga a la que he recurrido a lo largo de mi vida. Ella, tomando su tarjeta, sencillamente la guardó en su bolso y me dijo que ya la llamaría. Luego, en cada oportunidad que tuve intenté hacerla reflexionar, le sugerí que desapareciera e insistí que no fuese a cometer una locura; recuerdo claramente ofrecer mi casa a ella y a su pequeña mientras se estabilizaba, tema por el que, inclusive, discutí con mi esposo; él , finalmente, estuvo de acuerdo.
Aquella mañana no vino a trabajar, llamé a su casa dos veces y nadie respondía; luego del trabajo, me acerqué a su hogar y allí me encontré con el macabro cuadro: la puerta principal entreabierta y Amanda muerta al pie de la escalera; vestía camisón ( si mal no recuerdo) ; sus ojos estaban abiertos como mirando la nada, su cuello parecía haberse quebrado por la caída y sus piernas, desparramadas y como mezcladas, estaban llenas de moretones. Allí comprendí que su esposo, finalmente, se salió con la suya. Él, al ser un médico reconocido, de alguna forma logró disfrazar todo; el informe del Forense dijo: ¨Muerte ocurrida en accidente doméstico¨, ni siquiera lo caratularon de ¨Muerte dudosa¨. Y sí, todo se tapó, y nuestras vidas siguen igual, incluyendo, la de su asesino; lástima que Amanda no logró sobrevivir... subestimó demasiado a su agresor y esperó mucho tiempo... demasiado tiempo, y éso le costó la vida.
By Mariela
Comentarios
Impresionante historia.
¿Porqué será que tantas veces los culpables con poder y/o dinero son absueltos?
Desde que la "justicia" sea comprada y vendida TODO estará perdido.
Un abrazo!